El imperio del miedo |
Sólo quieren que vivamos asustados, con miedo, temerosos incluso
de levantarnos por la mañana y disponernos a vivir. Es su método, su
fórmula mágica, la que anula nuestro potencial y nos convierte en sus
esclavos.
Nos amenazan con todo lo posible, casi con todo lo que
existe y se mueve a nuestro alrededor. Pero, sobre todo, nos amenazan
con aquello que ellos crearon, inventaron, y luego nos convencieron de
que era indispensable para vivir.
Pero para vivir no son necesarias muchas cosas que nos vendieron,
que nos ofrecieron como imprescindibles, que nos atraparon y nos
redujeron a zombis bailando a su gusto, a su criterio y, sobre todo, a
su egoísmo y a su sed insaciable de poder.
Están por todas partes, en todo el planeta, se parecen todos, hablan el mismo lenguaje, son como clones.
Miran
al resto de la humanidad por encima del hombro, la consideran inferior,
instrumentos para conseguir sus propios fines. Es algo heredado de los
orígenes, de los tiempos en los que el hombre fue creado y utilizado
como una subespecie.
Pero el hombre, el ser humano, ha evolucionado,
ha desarrollado parte de su potencial y algún día se convertirá en algo
muy poderoso. Por eso le temen, por eso le esclavizan, por eso le
ocultan la verdad.
Los poderes del imperio del miedo se turnan para
ejercer su influencia maligna sobre la humanidad. Primero fueron los
religiosos. El poder de las religiones sometió al hombre a la ignorancia
y al miedo. La humanidad vivió, y aún vive una parte, preocupada por su
“condena”, temerosa de un “dios” cruel y vengativo, atemorizada por
unos “intermediarios” crueles, déspotas y carentes del más mínimo
sentimiento sensible hacia el dolor del hombre. Pero las religiones han
perdido su fuerza, basada en el miedo, y ya no ocupan el lugar de
privilegio que ocuparon.
Luego están los políticos, los “dioses”
ascendidos de entre el pueblo que dieron la espalda a los suyos para
servir a los poderosos. Esta degeneración de la especie humana, corrupta
y vulgar, aún ocupa un lugar destacado entre la humanidad, pero su
valoración y credibilidad va poco a poco perdiendo peso. Además, ha
quedado en evidencia a quien sirven en realidad, ha quedado claro su
subordinación al poder financiero, han demostrado sin lugar a dudas a
quienes vendieron su alma.
Y ahora aparece en toda su expresión el
poder que siempre estuvo detrás de los otros pero que pasa a ocupar el
primer plano, el poder financiero, los banqueros.
Sus armas son las
mismas, inculcar el miedo, la dependencia de ellos, presentarse como
“dioses” y “salvadores” de los males que previamente ellos diseñaron y
llevaron a la práctica. Su ambición es ilimitada, su falta de respeto
hacia la vida es sólo comparable a su frialdad ante los daños
ocasionados por su ambición. Las personas son números en sus balances.
La dignidad humana no cuenta en sus “negocios”. El sufrimiento humano,
consecuencia del hambre y las enfermedades ocasionadas por la pobreza
que ellos ocasionan, son sólo daños colaterales inevitables.
Y ahora
mismo, en estos tiempos de cambio, los tres están presentes y activos.
El religioso queriendo recuperar el poder perdido. El político no
queriendo perderlo. Y el económico cogiendo las riendas de todo porque
lo que realmente importa es el poder. Pero, mientras, el hombre va
despertando, se va dando cuenta de lo que ocurre, se está empezando a
unir y a levantar su voz reclamando sus derechos y en contra de la
dictadura de los poderes.
Ellos, los poderosos, sabían que eso iba a
llegar, y saben que ya ha llegado. Por eso aprietan más el lazo, por
eso amenazan más que nunca con el miedo a un futuro negro, por eso están
llevándolo todo a una situación límite.
El pulso ha comenzado, y el
hombre, el ser humano, debe de ser consciente de su poder, del poder
que da la unidad de los pueblos, porque esa es la gran arma contra la
que nada pueden hacer. Ya se está demostrando en algunas partes del
mundo.
El imperio utiliza el miedo, la amenaza con el caos. El
hombre debe utilizar la unidad, la fuerza que emana de ella, para
desenmascararles y expulsarles de sus ficticias posiciones de
privilegio. Están ahí gracias a la ignorancia y el miedo de los pueblos.
Pero conociendo la verdad sobre el origen y el destino del hombre y
uniéndose todos como uno solo, no existen “poderosos” que nos detengan.
Porque el planeta es de todos y para todos. Porque la riqueza que
en él existe es suficiente para vivir todos. Porque el vergonzoso y
repugnante control que “ellos” ejercen sobre la riqueza del planeta, no
puede ni debe continuar por más tiempo.
Ellos actúan en contra del diseño original del planeta y de la humanidad. La verdad no está de su lado. Su tiempo se acabó.
La
humanidad, unida, tendrá a su lado la fuerza de la Verdad, la fuerza
Original, la fuerza de la Madre Tierra, la fuerza de la Vida. El tiempo
de la humanidad, como creación con un fin determinado, comienza.
No
dejemos que su miedo se apodere de nosotros. No creamos en nada de lo
que dicen, porque todo es mentira. No confiemos en ellos, porque están
demostrando que sólo les interesa su riqueza y su poder. Para ellos,
nosotros solo somos materia prima utilizable y luego desechable.
Luchemos. Luchemos. Luchemos.
“La unidad y la verdad nos harán libres”. Δ
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