CURIOSIDADES SOBRE LA ACTIVIDAD SOLAR
Los resultados de las investigaciones de
los científicos de la Academia Nacional Rusa de Ciencia, en Novosibirsk
(Siberia), son de lo más inquietantes: la actividad en el último ciclo
solar ha superado todo lo que se había observado durante los últimos
años. Este incremento ha sido puesto de manifiesto igualmente por el
doctor Mike Lockwood, del Rutherford Appleton National Laboratories, en
California (EE UU), según el cual, desde 1901, el campo magnético en el
exterior del sol se habría incrementado en más del 230 %.
Los científicos rusos afirman que la
heliosfera (energía que envuelve al sol) tenía hace algunos años un
diámetro de 10 unidades astronómicas (UA). Cada UA equivale a la
distancia Tierra-Sol, estimada en 150 millones de kilómetros. Sin
embargo, actualmente sus dimensiones han aumentado hasta las 100 UA.
Este enorme incremento, según los científicos, va a transformar por
completo a los planetas del sistema solar y la vida que pudiera haber en
ellos.
La espiral del ADN estaría
experimentando una importante modificación. Pero los efectos no sólo
tienen lugar en la Tierra. La atmósfera de cinco planetas y de la luna
también está cambiando. Según el doctor Dmitriev, la luna estaría
generando una atmósfera compuesta por un elemento llamado Natrium, que
cuando el hombre pisó este satélite de la Tierra no existía. Al mismo
tiempo estaría cambiando la atmósfera de la Tierra y la de Marte, que se
está haciendo más densa. El proceso de transformación alcanzaría
asimismo a Júpiter, Urano y Neptuno. Al mismo tiempo se observa que
Venus está aumentando su brillo, al igual que Urano y Neptuno. A su vez,
Júpiter ha incrementado su carga energética, que ha generado un tubo de
radiación de iones entre este planeta y su luna Io. El campo magnético
de Júpiter se ha duplicado y el de Urano y Neptuno se está modificando,
sin que se conozca la causa de estos fenómenos.
Una transformación a gran escala afecta
al sistema solar y, en nuestro planeta, se traduce en una dramática
estadística. La actividad volcánica ha aumentado en un 500 % en un
siglo, desde 1875 a 1975. Revisando el número de desastres naturales de
toda clase, desde 1963 hasta 1993 el número de éstos se ha multiplicado
por 5. El campo magnético de la Tierra ha ido disminuyendo
progresivamente en los últimos 500 años. Y lo más preocupante es que en
los últimos veinte años esta variación se ha convertido en errática e
imprevisible.
La evolución espiritual
Sin embargo, para muchas personas estas
anomalías cósmicas sólo son una parte de un proceso que incluye la
transformación de la especie humana y que conduciría a un salto
evolutivo. Durante miles de años distintas culturas del planeta han
atribuido al sol un protagonismo especial. Es destacable la forma en la
que era venerado por algunas civilizaciones que alcanzaron elevadas
cotas de desarrollo cultural en el pasado, como la egipcia, donde fue
venerado como un dios (Ra y Atón); o la maya, que lo deificó con el
nombre de Kinich Ahau; o la inca que le rindió culto como Inti.
Todos estos pueblos vieron en el sol
algo más que un objeto celeste. Para ellos era la propia divinidad
manifestada a los hombres. Por ese motivo era objeto de adoración.
Podría pensarse que esta identificación espiritual con una bola
incandescente de tamaño gigantesco era una superstición nacida de la
ignorancia científica. Sin embargo, muchas personas a lo largo de la
historia, e incluso en la actualidad, como místicos, sensitivos,
chamanes, profetas de la Nueva Era, visionarios y canalizadores, afirman
que el sol es, como la Tierra, un ser dotado de consciencia, con
identidad propia, más allá de su apariencia física. Según esta creencia,
característica del esoterismo universal, el sol no sólo sería el
responsable de perpetuar la vida en nuestro planeta, sino de programar
su evolución emitiendo códigos de luz que harían posible la
transformación física y espiritual del ser humano. Este mecanismo
produciría mutaciones periódicas (cíclicas) y respondería a un plan
concebido meticulosamente por una inteligencia: el Dios Creador de los
grandes mitos y religiones. En este sentido, el sol sería una
encarnación física del poder divino. Si así fuese, los antiguos
adoradores del astro rey no serían tan ignorantes y supersticiosos como
cree el materialismo moderno. Sin duda veían en el disco solar un
símbolo de la grandeza del Creador, un poder que no sólo otorgaba la
vida a la Tierra y a las criaturas que la habitaban, sino que también la
programaba en el tiempo.
Son interminables los relatos y
testimonios de personas pertenecientes a las más variadas corrientes
espirituales, en los que se hace referencia a la existencia en el sol de
una jerarquía tan elevada de seres como los ángeles. A título de
ejemplo, en El secreto de los Andes, «Brother Philip» (pseudónimo de
George H. Williamson), asegura que «el Sol está compuesto de doce
cuerpos y que sus revoluciones ocasionan el extraño ciclo de las manchas
solares cada once años. Pero sus habitantes son diferentes a aquellos
que habitan los mundos. Estos seres son los llamados ángeles. Miguel y
sus legiones –los arcángeles– son todos moradores del sol».
Estos doce soles aparecen en textos
sagrados de la India, como el Srimad Bhagavat, en el cual se les
describe como capas o esferas, una dentro de otra, que establecen el
contacto entre Dios y el ser humano, permitiendo a éste fundirse como
Uno en la Totalidad. En los Upanishads se afirma que el paso a través
del sol supone un camino hacia la salvación por la liberación del
espíritu. El Rig-Veda alude a un principio espiritual que reside en el
sol y que da vigor y energía a todos los seres. La energía vital (no
inerte) es Surya: Suryah pratyaksha devata («el Sol es Dios visible»).
El Ramayana mantiene el mismo concepto de que «Dios es Luz» y está
brillando siempre dentro de todos los seres. El niño Francisco Marto,
uno de los pastorcitos videntes de Fátima, decía que el sol era «la
lámpara del Señor» y las estrellas «las lámparas de los ángeles».
José Argüelles, autor de El factor maya,
pone de manifiesto la existencia de códigos de luz revelados a la
humanidad por seres de las estrellas, inteligencias que están más allá
del espacio-tiempo. En este libro afirma que, así como la Tierra es un
ser inteligente íntimamente conectado con la evolución del ser humano,
el sol sería la inteligencia central de todo sistema planetario, en el
cual los distintos mundos asumirían el papel de giróscopos armónicos,
manteniendo la frecuencia resonante propia de la órbita de cada uno de
ellos.
En este modelo, el sol respira, actuando
como un receptor de frecuencias provenientes del centro de la galaxia a
través de su inhalación, mientras que por la exhalación estas
corrientes de energía e información regresarían al centro galáctico, a
Hunab Ku, «dador de la medida y del movimiento», tal como era llamado
por los mayas, que lo identificaban con Dios, con la Fuerza y con el
Conocimiento Supremo.
Durante su reciente estancia en España,
Argüelles explicó que esta actividad solar sin precedentes irá
aumentando hasta el 2012, fecha clave de la transformación planetaria.
Como parte de la visión del tiempo maya, este último gran ciclo de 5200
tuns, que supondría unos 5125 años aproximadamente (culminando
precisamente en el 2012), está dividido en trece ciclos más pequeños
(baktunes), de 394 años cada uno, y tendría que ver con la creación del
«cuerpo de luz planetario». Esto llevaría a la humanidad terrestre a la
adquisición de una auténtica conciencia galáctica, en perfecta comunión
con el sol, el Kinich Ahau maya.
Por una parte la ciencia, y por otra la
espiritualidad, recorren caminos aparentemente distintos. Sin embargo,
la búsqueda del conocimiento requiere una reconciliación: un lugar de
encuentro donde pueda descubrirse la verdad…
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