del Sitio Web
ElProyectoMatriz
_*SqUaRk*_ nos pasó un artículo que bien merece una lectura. Y una reflexión
profunda.
Fue publicado en el Diari de Tarragona el 19 de noviembre de este
año.
Como no lo localizamos en la red, lo trascribiremos aquí para su difusión. |
“ALGUIEN NOS VIGILA A TODAS HORAS”
ADOLFO YÁÑEZ
Aunque parezca ciencia-ficción, la verdad es que alguien sigue
constantemente nuestros pasos.
Dejando de lado el control lejano de
satélites o de aviones-espía, cuya sofisticación alcanza hoy límites
inimaginables, múltiples cámaras graban a pie de calle lo que hacemos. Si
entramos en un gran almacén o en un banco, los controles de vídeo y de
sonido continúan allí, captándonos el más mínimo gesto.
Ni siquiera el
propio hogar es un baluarte en el que podamos sentirnos libres del ojo de
ese Gran Hermano al que la tecnología actual permite saber dónde estamos,
qué decimos por teléfono o qué mensajes enviamos por Internet.
En épocas que parecían ideales para el disfrute de los derechos ciudadanos, resulta que la intimidad está desapareciendo y no hay dato nuestro, por muy íntimo que sea, que no se nos pueda robar impunemente.
En épocas que parecían ideales para el disfrute de los derechos ciudadanos, resulta que la intimidad está desapareciendo y no hay dato nuestro, por muy íntimo que sea, que no se nos pueda robar impunemente.
El terrorismo internacional ha sido la disculpa perfecta que algunos
esperaban para, en nombre de la seguridad común, abrir grandes bases de
información en las que todo cabe: descripción personal, currículum académico,
religión, costumbres, vida laboral y asociativa…
Hasta el ADN ha pasado a
formar parte, en no pocas naciones democráticas, del enorme almacenaje de
reseñas nuestras que se acumulan por ahí y cuya deriva en el futuro resulta
imprevisible.
En determinadas circunstancias (no siempre delimitadas con claridad por la ley) los policías de algunos países pueden hacer tomas incluso de ADN que es nuestro yo absoluto, nuestra descripción más esencial y certera, nuestro espejo de posibles enfermedades hereditarias o degenerativas.
En determinadas circunstancias (no siempre delimitadas con claridad por la ley) los policías de algunos países pueden hacer tomas incluso de ADN que es nuestro yo absoluto, nuestra descripción más esencial y certera, nuestro espejo de posibles enfermedades hereditarias o degenerativas.
Teóricamente, el acceso a datos tan sensibles está reservado a juzgados y
comisarías, pero,
¿Resulta atrevido sospechar que no dejarán de producirse fugas de información? ¿Resulta aventurado creer que el banquero que nos va a dar un crédito o la compañía que se dispone a hacernos un seguro de vida o el empresario al que solicitamos un trabajo apetecerán conocer circunstancias que les ayuden a no jugarse los cuartos? ¿No habrá individuos que pagarán lo que sea por asomarse a la intimidad de las personas?
Qué lejanos parecen ya los tiempos en los que, cuanto se conocía
oficialmente de un ciudadano, era su nombre y apellidos, su estado civil, su
profesión, una huella dactilar y poco más.
- Los ojos de Londres. O de tu ciudad -
No existían documentos nacionales con “chip” ni tarjetas magnéticas ni
expedientes secretos.
Pensábamos que sólo las dictaduras sufrían la
querencia de controlarlo todo, pero han bastado en el mundo algunos
atentados y un contexto emocional fuerte para que nosotros mismos hayamos
confiado a otros
nuestra independencia y cedamos informaciones secretas que
nos permiten ser lo que somos.
Instalado el control, las cosas resultan luego sencillas. Nadie protesta,
pues la criminalidad sirve de coartada a la degradación de la democracia.
Nos preocupa más el miedo que la pérdida de libertades y nada nos importa
que, en un futuro, la presunción de culpabilidad llegue a primar sobre la
presunción de inocencia.
Pero ¿no podemos ser eficaces contra el delito
respetando, al mismo tiempo, valores que hemos tardado siglos en conseguir?
¿No debiéramos rechazar vigilancias excesivas o leyes que otorguen
facultades omnímodas a la policía y no debiéramos reclamar siempre la tutela
de jueces cuya misión es perseguir el crimen sin que, por ello, se contamine
de abusos nuestro sistema penal y sin que se lesionen los derechos sagrados
de las personas?
ADOLFO YÁÑEZ
ADOLFO YÁÑEZ
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