Mundo subterráneo y el informe Brodie. Frase extraída del informe Brodie. "Nosotros no estamos dispuestos a permitirlo. Por eso advertimos al mundo"
El informe Brodie. Por Ángel Polo.
El
13 de junio de 1956, William Brodie, trabajador independiente que en
los últimos años había incursionado en el campo del periodismo y la
publicidad, viajaba hacia Lousville, Kentucky, a fin de instalar una
agencia de marketing publicitario. Lo hacía a bordo de un DC 3 de la
Piedmont Airlines, que había abordado en Fayetteville, Carolina del
Norte.(34).
A
los 22 minutos de vuelo, cuando el avión había alcanzado una altitud de
crucero de 6.500 pies sobre el nivel medio del mar, tuvo lugar el caso
más extraño que registran los anales de la aviación civil internacional.
En
instantes en que el sobrecargo se encontraba en la cabina del piloto,
obteniendo la información solicitada por una pasajera, el aparato dio un
brusco salto hacia la izquierda. “Fue como un brinco -declararía luego
uno de los 24 pasajeros de la nave- que pareció dejar a la máquina
detenida en el aire.
Éramos
conscientes de que algo sucedía, pero no atinábamos a saber de qué se
trataba. De pronto, el ocupante de uno de los asientos posteriores se
llevó ambas manos a la cabeza y comenzó a gritar. En un primer momento
supusimos que se trataba de temor a que el avión pudiera precipitarse a
tierra o algo así.
El
grito atrajo al copiloto y una azafata, quienes procedieron a
tranquilizar al pasaje, diciéndonos que el aparato había sorteado un
pozo de aire y que ya estábamos nuevamente en vuelo regular. Pero como
ese hombre no superaba su crisis, ordenó a la azafata que le
administrara un sedante. Y en cuanto ésta se retiró hacia el pequeño
compartimiento de la cocina de a bordo, vimos que el hombre quedaba como
hipnotizado y que se incorporaba lentamente, dirigiéndose hacia la
parte delantera del avión, donde se hallaba la cabina del piloto.
Entonces
nos sucedió algo extraño; nos sentimos ganados por una languidez
especial, un particular desgano, que nos hizo desentender de todo lo que
sucedía a nuestro alrededor. Recuerdo que quise levantar mi mano para
acomodarme los lentes y descubrí que el movimiento del brazo era casi
imperceptible, como si mi cerebro estuviera trabajando en cámara lenta,
al tiempo que todo adquiera un color violáceo.
Creo
que todos quedamos inmóviles. Ahora me parece un sueño. Pero mi memoria
guarda, en dramáticos pantallazos, lo que sucedió a continuación. Son
pantallazos incompletos, erosionados, carcomidos por una extraña fuerza
empeñada en desdibujar las vivencias. Soy consciente de eso. Y aún ahora
me cuesta tremendamente exigir a mi cerebro el esfuerzo necesario para
hilvanar los pensamientos…
Estaba
en la situación que relaté, cuando entró en mi campo visual el hombre
que instantes antes se había tomado la cabeza con desesperación. No fue
hacia la cabina del piloto. Se detuvo un poco antes, giró hacia la
izquierda y quedó enfrentando la puerta principal de la cabina de
pasajeros. No hizo ningún movimiento. Los brazos le colgaban a lo largo
del cuerpo, pero la puerta se abrió. Se abrió completamente… y el hombre
dio un paso… luego otro… hasta que dos luces gigantescas parecieron
tomarlo de los hombros… y ya no lo vi. Quedaba solamente la puerta
abierta.
“Después,
todo sucedió rápidamente. Las acciones parecieron adecuarse a su ritmo
normal. El primer oficial y el sobrecargo aparecieron inmediatamente,
procediendo a cerrar la puerta abierta. Pero cuando nos preguntaron
sobre lo sucedido, nadie pudo decir nada. Recuerdo que no me preocupé
por mí, sino por el hecho de qué les pasaría a los demás.
¿Por
qué no podían hablar, si como yo, tenían que saber lo que había
acontecido? Recién mucho tiempo después, me pregunté porqué no había
hablado yo. ¿Acaso mis sentidos estaban bloqueados? Así debía ser. La
cuestión es que hasta hoy me asalta un estremecimiento cuando recuerdo
esa secuencia entrecortada de imágenes, como un filme viejo, lentísimo y
sereno, donde un hombre sale caminando de un avión en vuelo, mientras
23 pasajeros lo miran con el mismo interés que si miraran llover”.
Ese
hombre se llamaba William Brodie. Y como veremos, será un eslabón
decisivo para interpretar muchos puntos oscuros de la historia de un
gran país: los Estados Unidos de Norteamérica.
Para
comprender mejor la función capital que cupo a Brodie, será necesario
que retrocedamos hasta 1939. En ese año, los físicos europeos
descubrieron que el uranio emitía neutrones al partirse su núcleo,
preguntándose si no se podrían utilizar para partir otros núcleos e
iniciar una reacción en cadena, lo cual fue finalmente conseguido en
Chicago, en 1942, gracias a las investigaciones del doctor Enrico Fermi.
Pero,
¿sería posible utilizar una reacción en cadena incontrolada para
fabricar una bomba? La contestación a esta pregunta fue una explosión
devastadora en el desierto de Nueva México, el 17 de julio de 1945: la
primera explosión atómica de la historia.
Después,
como se sabe, la tremenda potencia desatada por el hombre se abatió
sobre Hiroshima, el 6 de agosto del mismo año: su estallido causó más de
100.000 víctimas en el momento de la explosión, número que luego
aumentaría hasta los 250.000. Tres días después, Nagasaki corría la
misma suerte. Se había iniciado la era de la energía atómica, pero al
mismo tiempo, la humanidad daba un peligroso paso hacia el futuro. Un
salto sobre el abismo.
Casi
simultáneamente, extraños acontecimientos, siempre en coincidencia con
el empleo de armamento nuclear, comenzaron a preocupar al gobierno.
El
presidente Franklin Delano Roosevelt, por ejemplo, principal sostenedor
del proyecto Manhattan, a través del cual se arribaría a la
construcción de la bomba atómica, recibió una amenaza a fines de 1944,
hallando sobre la almohada de su propia cama, una esquela concebida en
estos términos:
“Señor
Presidente: Las pruebas de Shagg Field -haciendo alusión al estadio de
la Universidad de Chicago donde se ensayó la primera reacción de
escisión en cadena- no deben continuar. Más aún: la vida futura del
planeta peligra si no se pone fin a los trabajos iniciados”.
Roosevelt
remitió la esquela a las Fuerzas de Seguridad, quienes llegaron a la
conclusión de que se trataba de la obra de alguien en disconformidad con
este tipo de experimentaciones. ¿Pero quién? ¿Acaso no se trataba de un
proyecto supersecreto?
Cuál
no sería la sorpresa de los investigadores, cuando dos días después el
propio Fermi y su equipo de científicos, denunciaba haber sido amenazado
en términos más o menos similares. Incluso, varios de estos últimos
renegaron de su obra y solicitaron al presidente que no se siga
adelante.
Pero
eran otras las preocupaciones de Roosevelt, más que ocuparse de una
simple amenaza. La segunda guerra mundial estaba en su apogeo y la
victoria parecía favorecer a los aliados. Más de 150.000 efectivos
habían desembarcado en Normandía, al mando del general Eisenhower y el
26 de agosto de 1944 entraban en París. De Gaulle hacía realidad su
ambición de comparecer en los Campos Elíseos para ser aclamado por la
población. Alemania retrocedía en todos los frentes y ya se venía
preparando la conferencia de Yalta, realizada el 4 de febrero de 1945,
con la participación de norteamericanos, británicos y soviéticos.(35)
No.
El presidente tenía otras cosas de qué preocuparse y después de
recomendar un refuerzo en la vigilancia que tenía a su cargo la
seguridad del proyecto Manhattan, ordenó que éste siguiera adelante.
El
escritor Peter Straford, en su libro “Energy Authority”, se refiere a
este suceso en los siguientes términos: “Después de un impasse de dos
meses, en cuyo transcurso se realizaron varias reuniones entre Enrico
Fermi y el presidente Roosevelt, continuó desarrollándose el proyecto
Manhattan, para el cual el sabio italiano preveía conclusiones en no
menos de dos años. Algunas amenazas anónimas, pretendieron detener las
investigaciones, pero no se les prestó atención, pese a que dos de los
científicos participantes del proyecto desaparecieron sin hasta hoy
(1951) ser hallados. Se supone que abandonaron el país en disconformidad
con los alcances que prometía la técnica nuclear”.
El
mismo día que Fermi comunicó al presidente que había sido armada la
primera bomba nuclear de la historia, un diario de Washington, en
recuadro a una columna, informaba como hecho curioso, que una bola de
luz había girado en torno a la residencia presidencial, alarmando a los
guardias y desvaneciéndose luego en el aire. Treinta días después, el 12
de abril de 1945, Roosevelt moría.
¿Coincidencia?
A la luz de los conocimientos actuales, nos recorre un estremecimiento:
¿Hasta dónde fue programada la muerte del presidente norteamericano?
¿Qué significaba esa bola de luz rondando sus habitaciones? ¿Por qué,
enterado del deceso, Enrico Fermi renunció a su tarea en el campo de la
energía atómica y se recluyó en un oscuro laboratorio?… Los hechos
posteriores, irán contestando algunos de estos interrogantes.
Harry
Truman continuó la gestión del mandatario desaparecido. La Gran Guerra
seguía concitando la atención mundial. Y. el 2 de mayo de 1945, dos días
después del suicidio de Hitler, caía Berlín. Cinco más tarde, en el
cuartel general de Eisenhower, en Reims, el general Jodl y el almirante
von Friedeburg firmaban la rendición incondicional de los soldados
alemanes. La pesadilla nazi había terminado.
Churchill
dibujó por última vez la “V” con sus dedos junto al rey y en presencia
de millares de ciudadanos británicos, mientras Europa celebraba la
victoria por las calles, entre canciones, bailes y afirmaciones
democráticas. Los grandes, deberían ahora decidir sobre el futuro de
Alemania. Se discutió acaloradamente en Potsdam desde el 17 de julio al 2
de agosto de 1945, con la participación de Churchill (luego Atlee,
debido a la victoria laborista en las elecciones de junio), Truman y
Stalin. Pero no se alcanzó ningún acuerdo sobre la nueva ordenación
europea. Alemania, en tanto, quedaría bajo el dominio de los cuatro
ejércitos vencedores.
Fue
entonces cuando Truman tuvo conocimiento del estallido de la bomba
atómica de Alamogordo, en Nueva México. Algunos consejeros sugirieron al
presidente que utilizara la amenaza nuclear para obligar a Stalin a
respetar su compromiso acerca de la autodeterminación de los pueblos de
Europa oriental. En Potsdam, el mundo comenzaba a dividirse en dos
bloques y la amenaza volvía a ser asidua consejera de la diplomacia. El
terror sería la constante de los próximos años. La vida, como había
dicho Oppenheimer después de la primera explosión atómica, “ya no sería
igual”.
La
rendición japonesa en la contienda del Pacífico, el dominio de la
energía atómica también por Rusia, la carrera armamentista mundial y una
política cada vez más tirante, caracterizaron los años posteriores a la
administración de Truman.
A
inicios de la década del 50, la paz mundial, duramente conseguida unos
años atrás, al precio de 55 millones de muertos, 35 millones de heridos y
tres millones de desaparecidos, tambaleaba. El miedo volvía a germinar
en los corazones, cuando como consecuencia de la primera prueba atómica
soviética, una neurosis colectiva asaltó al país yanqui y todos se
convirtieron en sospechosos de haber revelado al gobierno ruso los
secretos de la escisión del átomo. Nada pudo probarse contra Robert
Oppenheimer, ni contra Alger Hiss, denigrados como traidores. Ni
siquiera quedó probada la culpabilidad de los esposos Rosemberg, a los
que se llevara a la silla eléctrica.
Era
menester un “equilibrio del terror” para asegurar la paz. Así es como
comenzaron a levantarse emplazamientos de proyectiles atómicos en los
distintos países simpatizantes de la órbita roja o norteamericana,
destinados todos ellos a arrasar Nueva York o Moscú, en el caso de una
tercera guerra mundial.
Incluso
ante el temor de que los misiles rusos pudieran aniquilar sin previo
aviso los cincuenta Estados de la Unión, cuarenta bombarderos portadores
de bombas están volando las veinticuatro horas del día, desde el
primero de enero al treinta y uno de diciembre, listos para descargar
una réplica inmediata -la última-, sobre las principales ciudades
soviéticas. Cuando aterriza un bombardero, otro toma el relevo de
inmediato. A veces un aparato se precipita a tierra -dos o tres veces
por año- y la prensa anuncia: “Un avión portador de bomba atómica cayó
en el Estado de California… La bomba no estaba activada”.
El suceso clave.
Pero
hubo un acontecimiento capital, un suceso clave, a partir del cual la
historia secreta de los hombres dio un vuelco fundamental. (36).
Un
día de agosto de 1946, el presidente Truman recibió al embajador sueco
en los Estados Unidos, el cual había solicitado una reunión con el
primer mandatario, a ” fin de asuntos de espacialísima importancia para
los países del mundo”. Esta curiosa elocuencia, movió a Truman a aplazar
otros compromisos y recibir al delegado nórdico, a las 8 de la mañana
del 23 de agosto de 1946, un día muy particular de la historia secreta
que mencionaremos.
Tras
los saludos de práctica, el visitante extrajo una carpeta blanca, y de
su interior, un sobre lacrado que extendió al presidente, donde en
caracteres dorados se destacaba el escudo nobiliario del rey Gustavo V.
Tras
los saludos de práctica, la nota real advertía a los Estados Unidos
sobre un peligro inminente. En tal sentido Suecia había sido elegida
para dar a conocerla mundo la situación, pero sus autoridades, en la
creencia de que el pánico incontrolado ganaría las ciudades habían
optado por realizar consultas secretas con los principales gobiernos.
En
un pasaje de la nota del rey Gustavo V, se menciona que “En 1941 fuimos
advertidos de que científicos estadounidenses hallaban trabajando en la
elaboración de un arma que cierta parte del mundo consideraba demasiado
peligrosa como para que se permita su producción definitiva. Supusimos
que se trataba de países socialistas y tratamos de no inmiscuirnos en
asuntos de la política internacional, como siempre ha sido privativo de
Suecia.
Pero
un año después, en una alucinante reunión mantenida en el palacio de
gobierno, con tres extraños seres que parecieron surgir de la nada, ya
no guardamos dudas sobre la existencia de “algo más” sobre la tierra. De
identidades que nos son del todo desconocidas, y que sin embargo son
tan terrestres como nosotros!
Esto
sorprenderá sin duda al señor presidente, pero imagine Ud. nuestra
situación frente a las extrañas criaturas amarillas, delgadas, y de poco
más de metro veinte de altura, hablando con voz monocorde, sin gestos,
como proyectadas sobre una de las paredes de la sala de audiencias…, con
grandes ojos inexpresivos y una cierta urgencia en sus argumentos para
que la concordia reine de una vez por todas entre los hombres.
Estuvieron
con nosotros poco más de diez minutos y en perfecto inglés, nos
entregaron un testimonio asombroso, que obligó a mi gobierno a revertir
todas las medidas de seguridad dispuestas para emergencias de guerra.
Pongo a vuestra disposición ese testimonio, ante la evidencia de que el
“peligro atómico” a partir de la fabricación de las armas nucleares , es
ya una realidad. Sepa usted proceder como el buen tino y la sensatez lo
aconsejan”.
Truman
levantó los ojos y miró al embajador. Ya no estaba. En el asiento que
había ocupado, la carpeta blanca parecía un desafío. Allí estaba el
testimonio de los curiosos hombrecitos. Su mensaje a los hombres del
mundo. Eran pocas hojas, pero el significado de su contenido quizá era
demasiado elevado para la mentalidad de una civilización actual,
pendiente de las disputas territoriales, los enfrentamientos pueriles y
forcejeos políticos cuya única ambición era poner en relieve la
capacidad dominante de tal raza o país.
A nuestro mundo.
El
mandatario norteamericano abrió la carpeta y leyó: ¡Aquí está el
increíble mensaje que casi quince años después, un hombre llamado
William Brodie, alcanzaría al presidente Kennedy! Mas vayamos por partes
y veamos como reacciona el gobierno norteamericano, en 1946, a lo que
recién hoy se conoce como “el informe Brodie”. Este es su contenido
textual. (37)
A
nuestro mundo: Hubiéramos deseado que la individualidad de las razas,
la integridad de las civilizaciones, nunca llegaran a relacionarse. Pero
somos concientes que el mundo de la superficie marcha apresuradamente
hacia su destrucción, la misma destrucción que nuestros antepasados no
pudieron evitar y que ya una vez convirtió el planeta tierra en una
gigantesca tumba espacial, repleta de cadáveres hediondos ruina y
desolación.
“Esto
sucedió en un tiempo que no mesuran los relojes. Y el hombre fue
testigo, pero nada pudo hacer. Toda civilización accede a un punto
máximo de desarrollo y desaparece. Se consume como los astros. La vida
universal es un eterno juego matemático. Un ciclo aniquilador.
“En
aquel tiempo el desarrollo tecnológico había alcanzado grados
asombrosos de perfeccionamiento. Íbamos logrado la descomposición de la
materia en unidades de energías controladas y su recomposición a
distancias fabulosas. Ello dio margen al surgimiento de las estaciones
desintegradoras, donde cualquier persona podía ser transformada en
energía y proyectada hacia cualquier ciudad de la tierra, donde otra
máquina volvía a corporizarla. Después ya fue común que cada uno
dispusiera de su máquina propia.
“Prácticamente nada tenía secretos para nosotros. Podíamos hacer cualquier cosa. Incluso, prolongar indefinidamente la vida.
“Nuestro
sistema social nos permitía ocios latentes, consistentes en permanecer
durante dos años con las funciones vitales suspendidas, bastando
programar una pastilla sicotrónica para retornar a la vida activa.
“La
clase gobernante había logrado controlarlos inconvenientes
característicos de toda agrupación de seres vivos: el crecimiento
excesivo y la contaminación producto del desarrollo. Claro que para
ello, se debieron pasar interminables unidades de tiempo, porque nuestro
carácter pacífico nos imposibilita adoptar cualquier medida que llegara
a perjudicar a uno solo de nosotros. Incluso, en las unidades de
asistencia, los recién nacidos recibían unidades de pastillas
programantes cuyo efecto impedía cualquier actividad violenta hacia un
ser igual.
En
una fecha memorable, al fin, el consejo de gobernantes llegó a atisbar
una solución para los problemas enunciados: desde ahora en más,
deberíamos contar con gobernantes cuyo poder de decisión fuese total.
Entonces programamos una nueva raza, exclusivamente ejecutiva, cuya
única finalidad era impartir la justicia decisoria. Preparados para
desconocer el mal y el bien, legislaron con extraordinaria sabiduría. Se
limitó el crecimiento poblacional, las hembras fueron inhibidas para
concebir y los decrépitos y caducos – siempre hubo una constante de
desganados sociales irrecuperables – fueron eliminados.
“En poco tiempo, una raza floreciente, perfecta, limitada, había reemplazado a la anterior, heterogénea e indiscriminada.
“Mas
habíamos venido cometiendo un error. Una aberración imperceptible en la
estructura sobre la cual habíamos cimentado la sociedad terrestre: los
motores de nuestra poderosa tecnología estaban alimentados por energía
atómica. Conocíamos otras formas de producción de energía limpia, pero
nos había satisfecho la seguridad obtenida para el empleo del átomo
dominado.
“Por
supuesto en los primeros tiempos debimos ocuparnos de los desechos
radiactivos, los cuales enterrábamos en cápsulas especiales, bajo la
superficie de la tierra. Después, logramos transformar esos desechos y
por fin accedimos a lo que llamamos cadena de consumo sin pérdida. Es
como si uno de los vehículos de hoy día, recogiera, la totalidad de la
gasolina consumida que expele convertida en gases y con esos gases
siguiera funcionando eternamente.
“Creíamos
que ya todo había sido logrado, cuando uno de nuestros matemáticos
descubrió accidentalmente que las líneas electromagnéticas de la energía
reciclada, después de un cierto tiempo, que ustedes medirían en un
centenar de años, ya no respondía a las rígidas normas de las leyes
energéticas. Por decirlo de otra manera, se rebelaban. ¿Qué podía
significar esta anarquía de las líneas electromagnéticas del reciclaje
atómico? Cuando lo supimos, ya era tarde. Nuestra ciencia había cumplido
su ciclo y todos recordamos las palabras del último filósofo: “Pero la
muerte está ahí”.
“La
radiación comenzó a subir a pasos agigantados. Muy pronto las
supercomplejas maquinarias que formaban la estructura de nuestra
civilización, resultaron inutilizadas. Pese a que estos monstruos de la
cibernética, eran capaces por si solos de reconstruir las partes
averiadas por cualquier causa. Algunos subsistieron un tiempo más, al
lograr un regulador del crecimiento del índice de radiación, como una
máquina que trabajara con voltaje X y lograra adecuar su funcionamiento a
la medida de crecimiento del voltaje que emplea.
Eso
de nada servía, porque nosotros nunca nos habíamos preocupados por
lograr una inmunidad contra la radiación, a la que incluso debíamos lo
que éramos. ¿Hoy ustedes buscarían una inmunidad contra el agua de sus
canillas, pensando que mañana ésta se iba a convertir en un elemento de
muerte? Lo mismo sucedía con nosotros.
“Supimos
entonces que estábamos muy solos, e indefensos. “No habíamos progresado
como raza, por el contrario, habíamos quedado muy atrás. Simplemente,
contribuimos sin saberlo al surgimiento, brillo y ocaso de la
supertecnología. La nueva raza de un cuarto reino – el de la
tecnotrónica – nos había dominado.
“Debimos
huir de las ciudades. Afortunadamente sabíamos adónde dirigirnos y
procuramos que el éxodo se cumpliera de acuerdo a pautas estrictas
emanadas de los gobernantes. Esos mismos gobernantes que en un momento,
cuando debieron adoptar las medidas extremas tendientes a evitar un
estallido demográfico, habían ordenado que las nuevas ciudades se
levantaran en cuatro anillos perfectos entorno de la superficie del
planeta pasando por el área que ustedes denominan el Ecuador.
Una
de las cosas que debo de advertirles, es que la topografía de “nuestro”
planeta era distinta. La plataforma continental era una ancha faja que
ocupaba el espacio entre los dos trópicos. Al sur y al norte, donde
ustedes ubican los Polos, existían vertientes marinas, es decir aguas
que provenían del interior del planeta, al cual llegaban a través de
comunicaciones naturales dispuestas a la manera de una red geométrica,
bajo los mares.
“Actualmente
esa red ha quedado completamente fragmentada y las aguas acceden al
mundo interior a través de cuatro bocas, situadas en lo que de acuerdo a
vuestra cartografía, sería el triangulo Tokio-Shangai-Vladivostok del
mar del Japón; Sydney-Melbourne-Nueva Zelandia en el mar de Tasmania;
Malvinas-Río Gallegos-Viedma en el Mar Argentino; y Bermudas-San Juan de
Puerto Rico-Bahamas; en el Atlántico Norte.
“La
evacuación se hizo por etapas. Primero se trasladaron quienes residían
en los anillos interiores, hacia los periféricos; en tanto continuaban
los esfuerzos desesperados por hallar un solución. Pero, librados a
nuestros conocimientos puros y sin el apoyo de los cerebros
artificiales, que incluso llegaban a consolarnos cuando nuestra carga
psíquica sufría altibajos, ¿Qué podíamos hacer?
“Acostumbrados
a emplear el material de reciclaje nos encontramos con que no
contábamos con ningún elemento como para retornar a las fuentes
primitivas de la energía, es decir, a la radiación atómica pura. “Fue
cuando se produjo la crisis de aquella sociedad perfecta, súper
desarrollada, ahora no era otra cosa que el parásito del gigantesco
animal tecnológico. El único parásito del único animal. Muerto éste ¿qué
quedaba?
“La
decadencia fue rápida. La capacidad para dar órdenes siempre había
estado en relación a completísimos archivos que preveían la necesidad y
las consecuencias de la orden impartida. ¡Resultaba tan difícil pensar
por nosotros mismos!
“Muchos
optaron por quedarse en las ciudades, desafiando el índice creciente de
radiación. Muy pronto se convirtieron en remedos de lo que habían sido.
Deformaciones óseas, ceguera como consecuencia de cataratas en el
cristalino y finalmente la muerte por incoordinación.
“Los
que huimos, vagamos por las selvas de las cuales nunca nos habíamos
preocupado, enfrentamos a animales desconocidos, a los cuales
ignorábamos porque nuestros anillos poblacionales estaban protegidos por
fajas de vacío absoluto, infranqueable para cualquiera hasta los veinte
metros de altura. Bebimos el agua de los arroyos y muchos perecieron
porque genéticamente habían perdido la codificación para la asimilación
del agua en estado natural. Habíamos perdido la adaptación al medio
terrestre.
“Algunos
nos agrupamos en células coordinantes, tratando de sobrevivir a lo que
nos aguardaba. Ciertas pastillas nos brindaban el equilibrio neutrónico
requerido por el organismo, de los alimentos y el agua y con el teníamos
la certeza que esos factores no se iban a convertir en nuestros
enemigos para la subsistencia. “La marcha fue muy dura. Éramos los
inválidos de la súper especialización. Pero seguíamos vivos, pese a la
advertencia del último filósofo: “la muerte está ahí”.
“Una
de las alternativas, era llegar hasta las vertientes marinas y acceder
al interior del planeta, donde guardábamos la esperanza de no ser
ganados por la contaminación radioactiva. ¿Pero cómo llegar? ¿Cómo se
comunica con Filadelfia aquel que está en Nueva York y siempre lo ha
hecho por teléfono y un día descubre que ningún teléfono funcionará
nunca más?…
“Vagamos
por las selvas… Nos asalto la vejez y descubrimos que nuestra
existencia como parásitos caducos era miserable. La radiación en tanto
había alcanzado límites intolerables y los escasos sobrevivientes se
apretaban sobre las costas, poniendo sus ojos en el horizonte marino.
“Esta
es la historia de la raza de quienes vivimos en las profundidades. De
quienes debimos soportar mucho más que ustedes para resurgir de las
cenizas de una civilización que creíamos muerta.
“Tremendos
cataclismos fragmentaron la faja terrena en millares de trozos, como si
una explosión descomunal hubiese hecho presa de nuestro desbastado
mundo. Pero en medio de ese maremágnum colosal, nuestra raza seguía
sosteniendo sus arquetipos. Si bien es cierto que al nacer eran tratados
genéticamente para evitar el embarazo, logramos reunir cuatro parejas
de las que se seleccionaban como reproductoras para el laboratorio y
logramos en el medio más inhóspitos, que tres de ellas engendraran
niños.
Nacidos
en la selva, desconociendo los beneficios de que habían gozado sus
mayores, los pequeños iniciaron una nueva sociedad. Hablaban poco, como
nosotros, que hace tiempo habíamos renegado del lenguaje hablado, para
optar por las transmisiones de cerebro a cerebro, mediante los oficios
de captores extracerebrales provistos por el gran monstruo tecnológico
que nos amparaba. Fue muy difícil volver ha hablar. Algunos nunca
pudieron hacerlo. Pero no importa, aquéllos eran nada más que los
primeros pasos.
“Una
de las células coordinantes, se dio a la tarea de relatar, de acuerdo a
la simbología que habían comenzado a manejar para comunicarse, la
historia de lo sucedido con los terrestres, a fin de legarla a los
nuevos terrestres que a su vez comenzaban ya ha tener hijos, reiniciando
una cadena biológica que durante milenios permaneció cortada pero no
destruida. Esa historia – que está aquí escrita – les serviría como base
para los hombres del mañana.
“Y
no pasó mucho, hasta que medio centenar de perseguidos, valiéndose de
rústicas embarcaciones impulsadas con palas, arribaron hasta las
vertientes marinas y se introdujeron en la Nueva Tierra. Todo
recomenzaría ahora.
“Y
mientras el mundo exterior se desmoronaba en medio de cataclismos sin
nombres, nuestra civilización comenzó a resurgir pausada pero segura. La
Nueva Tierra nos brindaba lo mismo que la otra, aunque con una
diferencia fundamental: nos permitía comenzar de nuevo, a partir de la
incontaminación. Era la segunda oportunidad de que alguna vez hablaban
los filósofos. Recién ahora supimos cuán importantes eran éstos para el
mantenimiento de cualquier comunidad. ¡Los filósofos sabían más que
cualquier supermáquina , y nos burlamos de ellos!…
“¿Imaginan
ustedes a vuestros técnicos en aviación, ingeniería naval o cualquier
tipo de maquinarias modernas, abandonados en una isla sin otra cosa que
madera y sus manos?… Sin herramientas, sin metales, sin el respaldo de
la tecnología de su época?… Deberían limitarse a horadar un tronco,
improvisar una vela o un par de remos. No más que eso. Igual que los
representantes más humildes de la raza, aquellos que viven en el
interior de las selvas.
“Nosotros
nos encontramos así, sin nada. O mejor dicho, teníamos algo: la
historia total de nuestra civilización, condensada en unidades de
memoria. Eran cinco pequeños cilindros que cabían en la palma de la
mano. Y allí estaban justamente, sobre la palma de uno de nosotros, en
una mano que no tembló cuando las arrojó con movimiento desganado al
mar.
“Habían
de pasar 400 siglos hasta sentirnos nuevamente fuertes y saber que
habíamos llegado al lugar donde los caminos se bifurcan. Hasta el punto
exacto donde los forjadores de la raza se equivocaron y comenzaron a
escribir su muerte. Habíamos sabido aprovechar la segunda oportunidad
siguiendo fielmente los postulados del decálogo que habíamos heredado de
los primeros, y al cual la tradición y la cual la tradición únicamente
se encargó de mantener vigente. Había en él cosas que no entendimos
durante milenios, hasta que siempre llegaba la respuesta de acuerdo a
los pasos de la ciencia.
“La energía atómica es causa de muerte y jamás debe ser empleada”.
El
hallazgo del átomo nos develó este primer artículo y nos permitió no
seguir profundizando en su estudio. Optamos por conseguir energía a
través del magnetismo, mas descubrimos que a determinadas intensidades,
los cambios magnéticos logrados producían alteraciones físicas en los
objetos y seres vivos. Desechamos este sistema y ensayamos otras
posibilidades.
Hasta
que optamos por la energía interestelar, lograda a partir de la
captación de fotones “limpios” provenientes de las estrellas, los cuales
nos llegaban a través de canales o pozos ínter magnéticos desde el
exterior. Gracias al dominio de esta energía, logramos acceder a las
zonas interiores del planeta, las cuales se mantienen siempre oscuras.
Pudimos
así construir nuevas ciudades y levantar las restricciones impuestas
sobre la natalidad. Nuestra raza seguía creciendo y no faltaron quienes –
acicateados por los filósofos, a los que habíamos cultivado de acuerdo a
otro de los mandamientos del Decálogo – partieron a la búsqueda de la
tierra original, es decir la cuna de nuestra especie.
Se
dirigieron hasta las vertientes marinas, pasaron por los terrenos
helados que desconocían nuestros antepasados y que fueron una
consecuencia del desastre ecológico por ellos causado, hasta arribar a
suelo continental, después de atravesar amplios sectores marinos. De
acuerdo a vuestra cartografía, habrían atravesado la tierra Victoria,
por mar a Nueva Zelandia, de allí a Australia y por la Melanesia habrían
llegado a Japón y las costas de China, entre Cantón y Tientsin.
De
cuantos partieron volvieron muy pocos, maravillados por la luminosidad
de los días y el cielo azul, la brisa marina y la prodigalidad de la
vegetación, que ofrecía sus frutos sin necesidad de cultivo y la
cantidad de animales silvestres aptos para la caza, un deporte que
habíamos descubierto accidentalmente, pero que nos fascinaba.
“Nuestros
gobernantes decidieron realizar una suerte de año geofísico del
exterior (38), con el propósito de verificar las condiciones allí
existentes para el desarrollo de la vida. Los resultados fueron
magníficos. A través de miles de años no se registraban signos de
eclosión radioactiva que afectara a nuestros antepasados. La naturaleza
lenta pero implacable, había eliminado todo vestigio.
“Muy
pronto se contaron por millares quienes querían abandonar la Tierra
Interior y otra vez, como ya había pasado en nuestra historia, fue
necesario que los gobernantes adoptaran una decisión capital: la
prohibición de abandonar el mundo interior, otorgando un plazo para el
regreso, a quienes se habían marchado. Vencido ese plazo, no se los
admitiría. La unidad de la raza había sido salvada.
“Quienes
no regresaron, constituyen hoy la base que da origen a la raza
amarilla, asentada en el sector de China, Japón, costa oriental de
México y extremo sur de Argentina. En estos tres últimos países, como
consecuencia de las evasiones producidas después de la orden
gubernamental mencionada. Las fugas se producían a través de los
conductos que bajo los mares comunicaban los mundos de la superficie
interior. Y por supuesto ya fueron controladas.
“El
año geofísico del exterior, reveló algunas cosas interesantes, además
de la falta de radiación en el medio ambiente. Supimos que la raza
humana no había desaparecido totalmente de la superficie, pero a causa
de las tremendas mutaciones, guardaba dimensiones ligeramente distintas a
las nuestra en el aspecto antropomorfo y radicales en el estético.
Efectivamente,
no encontramos representantes de la raza amarilla, pero si en cambio
negros y blancos, aunque muy idiotizados; casi en un plano animal. Así
mismo pudimos verificar que nuestra fuente permanente de agua para los
anillos interiores se mantenía intacta. Nos referimos al que ustedes
conocen como lago Baikal en Siberia. Más aún: en sus cercanías,
apreciamos algunas colonias de animales que responden casi con exactitud
a las características que la tradición otorga a los que acompañaron a
nuestros antepasados en el exterior.
“Ahora,
cuando la lenta evolución ha dotado a los hombres de una buena
inteligencia, éstos se aprestan a caer en la misma trampa que significo
la destrucción de la raza primigenia. Ustedes han dado el primer paso
hacia la fabricación de la bomba atómica. Un artefacto cuya peligrosidad
no tiene límites y que servirá para edificar gobiernos de terror, que
precipitarán el mundo hacia su desastre total. Un desastre que quizás
nos involucre a nosotros también porque nunca es posible conocer la
magnitud que puede alcanzar una confrontación de la cual participe
armamento nuclear.
“Nosotros
no estamos dispuestos a permitirlo. Por eso advertimos al mundo, a
través de sus países más representativos. Queremos que ellos integren un
comité internacional contra el avance de la energía nuclear para fines
bélicos. A cambio, estamos dispuestos a revelar el secreto para el
dominio de la energía magnética. Que la cordura prive entre ustedes.”
El
presidente Truman cerró la carpeta. Clavó por un instante sus ojos en
el ángulo superior de una de las ventanas de su despacho y luego, con un
gesto cansado se quitó los anteojos.
“Esto no puede ser – pensó – es demasiado fantástico. ¿Pero porque lo cree el rey Gustavo? ¿Y el embajador, sabrá algo más?…”
Tomó
el pulsador de la chicharra de comunicación y la oprimió suavemente. Al
instante, su secretario se apercibía de la orden de comunicarse con el
embajador sueco en los Estados Unidos. Y casi quince minutos después,
sus palabras sobresaltaban al presidente: ” El embajador sueco hace dos
días que está ausente del país. Regresa recién el jueves”.
Truman observó nuevamente la carpeta blanca. Y el sobre conteniendo la nota del rey Gustavo. Algo no andaba bien…¿pero qué?
Dos
días después de este extraño suceso, el mandatario norteamericano se
reunía con sus cuatro consejeros más inmediatos. El punto a tratar era
solamente uno: el contenido de la carpeta blanca. (39) Las conclusiones –
obviamente secretas – se aplicarían en dos etapas sucesivas, de acuerdo
a los resultados obtenidos en el plan de acción dispuesto:
1) Investigar a partir de 1941 en que se había modificado el sistema de defensa de Suecia, de acuerdo al informe recibido.
2)
Si efectivamente se habían adoptado medidas de seguridad totalmente
nuevas, crear en los Estados Unidos un equipo de inteligencia que
analice ese proceder hasta las últimas circunstancias y eleve un informe
al presidente en el término de tres meses.
Suecia se entierra.
Al
cabo de tres meses de investigaciones secretas, Truman recibía la
respuesta al punto 1 del plan de acción expuesto: efectivamente, Suecia
había dispuesto, por orden del rey Gustavo, variar fundamentalmente su
programa de defensa. Pero lo estaba haciendo a tal extremo, que era casi
inconcebible para cualquier ser humano. (40)
Involucrado
en la denominada “Operación Granito”, consistía en trasladar la ciudad a
un mundo subterráneo, casi completamente secreto. Allí, en caso de
cualquier avatar sobre la superficie, el país podría seguir desempeñando
todas sus funciones vitales.
A
las construcciones realizadas en las entrañas de las montañas, se
vienen mudando desde 1941 los cuarteles generales del ejército, la
marina y las fuerzas aéreas, con sus hangares, talleres de reparación,
polvorines y almacenes de combustibles; la organización de defensa
civil, con su red de centros de mando y refugios públicos; así como
numerosas fábricas, hospitales, laboratorios, cuarteles de bomberos y
centrales de energía.
La
fábrica de municiones de Bofors está a gran profundidad, y la AGA,
conocida en el mundo entero por sus instrumentos de precisión y
dispositivos de señales, fabrica ahora sus delicados aparatos -en su
mayoría secretos militares- en las entrañas de una montaña en las
afueras de Estocolmo, a más de 36 metros de profundidad.
En
las instalaciones subterráneas principales de la fábrica de aviones
SAAB, en Linköping, a más de 30 metros por debajo del aeródromo,
trabajan más de dos mil obreros, entre hombres y mujeres. Las dos
entradas están celosamente vigiladas, tanto la rampa ancha y serpeante
para camiones, como la escalera amplia y brillantemente iluminada que
usan los empleados.
Muy
abajo, en el primer descanso, hay una estación de registro para el
personal y un comedor con capacidad para 300 personas. Gracias a las
lámparas de mercurio, parece como si estuviera bañado de sol. El aire
tiene una frescura agradable, pues se renueva cada 15 minutos y está
acondicionado ligeramente con ozono. Grandes relojes y barómetros
indican la hora y el estado del tiempo en la superficie, para dar a los
empleados una idea de lo que les espera al terminar el trabajo.
Los
obreros bajan a la fábrica en empinadas escaleras mecánicas. Los
talleres, los cuartos de ensayo y calefacción, las líneas de montaje,
los almacenes de herramientas los guardarropas y los baños de ducha son
espaciosos, bien iluminados y ventilados. En las paredes, que son de
colores suaves, hay ventanas artificiales en las que se han pintado
paisajes alegres, siempre bajo un cielo azul brillante. La construcción
de esta fábrica subterránea duró dos años y costó ocho millones de
coronas.
Cada
arma del servicio sueco de defensa tiene su coraza de granito. Las
rocosas islas cercanas a la costa están horadadas por túneles de gran
tamaño, y es cosa de ver un destructor que va navegando directamente
hacia la costa y de pronto… ¿qué se hizo? Una compuerta gigantesca,
escondida en los arrecifes, se ha abierto para darle paso.
Una
vez adentro, los túneles conducen a todas las instalaciones típicas de
una base naval; muelles, bases de submarinos talleres cuarteles y
depósitos de combustibles y abastecimientos. Uno de los túneles, de 30
metros de altura y 17 metros de ancho, puede dar cabida a destructores
de 2.600 toneladas submarinos y otras embarcaciones.
La
fuerza aérea sueca, superada en la Europa Occidental solo por la de
Gran Bretaña, está casi toda formada por aviones de último diseño,
dispuestos en bases subterráneas.
En
el colosal Hospital Söder, de Estocolmo, los pacientes pueden recibir
atención bajo tierra, en salas de consultorio, anfiteatros y cabinas de
rayos X espléndidamente dotados. Tres enormes ascensores, hechos
expresamente para transportar camillas, permiten trasladar los enfermos
de gravedad a lugar seguro… bajo granito.
La
central eléctrica de Kilforsen, que produce cada año 1.000 millones de
kilovatios – hora, funciona a más de 60 metros bajo la superficie de la
tierra; y en la parte norte del país, la central de energía de
Harspranget con sus 380.000 voltios, está situada a la misma
profundidad.
Entre
los planes a entrar en vigencia hacia 1955, está encontrar una solución
al problema del petróleo, combustible éste que debe importarse en su
totalidad, siendo de vital importancia la seguridad de los depósitos de
reserhoradar en la roca firme un depósito en forma de botella.
El
nuevo depósito de Gotemburgo almacenará el combustible casi
completamente bajo el nivel del mar. La presión del agua subterránea que
rodea el depósito, impedirá que el petróleo se filtre por las paredes
de la roca. Estas inmensas excavaciones de almacenaje están conectadas
por medio de tuberías secretas con los atracaderos de los barcos tanque.
También los tres tendrán acceso al depósito, para cargar con toda
comodidad su petróleo.
La
comisión investigadora, abundaba también en detalles técnicos y de
costo, destacando que una nueva combinación de técnicas y herramientas,
hace a la construcción subterránea más barata que la realizada en la
superficie. Paradójicamente, mientras más profunda sea la excavación,
más bajo es el costo.
Un
refugio poco profundo necesita tener apoyos y refuerzos, pero cuando el
espesor de la roca sobre un área subterránea es igual a una vez y media
el ancho del área, el techo se sostiene casi totalmente por sí solo.
Esta circunstancia es afortunada, puesto que para ofrecer protección
contra el impacto directo de una bomba atómica se necesitan unos 50
metros de roca maciza.
El
método sueco se basa en una combinación de aire comprimido, dinamita y
brocas de carburo de tungsteno. Estas brocas pueden trabajar hasta que
se calienten al rojo cereza, a temperaturas que harían gelatina de las
herramientas de acero. Se montaron en taladros livianos de percusión
que puede manejar un solo hombre. Además, se idearon nuevos diagramas de
perforación para obtener cortes limpios y precisos, con el mínimo de
fragmentación o de exceso de rotura de la roca, reduciendo así el
peligro de silicosis.
Cuando
se construyó la fábrica SAAB, en 1942, los túneles resultaron
inmensamente caros: alrededor de 73 coronas por metro cúbico; hoy en día
el costo se ha reducido a unas 39 coronas por metro cúbico. Cada obrero
puede perforar 130 metros en ocho horas.
Además
de abaratarse los costos de construcción, se han rebajado los de
mantenimiento; los problemas de pintar las superficies exteriores, o de
protegerlas contra la intemperie, simplemente no existen. Las
estructuras subterráneas, una vez calentadas, mantienen su temperatura,
con la consiguiente economía de combustible.
La
defensa civil desempeña un papel muy importante en la “Operación
Granito”. Ya hay refugios a gran profundidad en la roca, con capacidad
para más de 100.000 personas en las ciudades y otros refugios del tipo
corriente, para un millón más. En Estocolmo se está trabajando ya para
habilitar espacio en las profundidades para 400.000 personas. En el
corazón de una montaña se ha excavado un centro comunal con 1.000
habitaciones, dispuestas en cuatro pisos. Todos los refugios tienen
sistemas para filtrar el aire, eliminando así los peligros de
contaminaciones.
Es
evidente que estos gigantescos refugios han sido pensados ante una
eventual guerra atómica. En tanto, en tiempo de paz, están siendo
aprovechados como garajes para el estacionamiento de vehículos e incluso
una de las principales tiendas de Estocolmo, ha habilitado uno cercano
como almacén. En Gotemburgo, funciona un hotel bajo la superficie.
Asimismo,
el Ministerio de Defensa ha enviado a todas las familias del país un
manual titulado “Si llegara la guerra”, en el que, después de un saludo
firmado por el rey Gustavo Adolfo, pueden leerse en negrilla las
palabras siguientes:
“Se resistirá en cualquier situación. Todo anuncio de que la resistencia debe cesar, es falso”.
El
presidente Truman se tomó la cabeza. “Esto no puede ser cierto”, pensó.
Sus consejeros lo miraban en silencio. Tampoco ellos lograban
comprender porqué todo un país se estaba enterrando. ¿Era real el
peligro de una conflagración bélica mundial? ¿Hasta tal extremo podía
ser factible para que un país destinara casi la totalidad de su
presupuesto nacional para construir un sistema de defensa que asegurara
la supervivencia?
Con
la aprobación de sus consejeros, Harry S. Truman dispuso la integración
de un grupo de investigadores, a los cuales confió la carpeta blanca;
cuya función estaba orientada hacia la dilucidación de lo que el
presidente americano calificó como “rompecabezas de locos”.
Éste
es el paso inicial, que deviene un año después en la formación de la
Agencia Central de Inteligencia, conocida universalmente como CIA.
Paralelamente, los gobiernos norteamericanos, inglés, francés y
posiblemente soviético, habían recibido, en sobres que los mandatarios
hallaron sobre sus respectivas mesas de trabajo, un escueto mensaje:
“Desechadas nuestras ofertas de colaboración, nos vemos obligados a
considerarlos como peligrosos. No repararemos en pasar a la violencia,
si continúan las pruebas atómicas”.
El
escepticismo de los gobernantes, acompañó a esta advertencia. Y
mientras en Suecia proseguían las gigantescas construcciones bajo la
superficie, el mundo se asombraba ante la aparición de platillos
volantes, cuya existencia fue negada una y otra vez, con rara
persistencia, por los comités de defensa.
El
primer caso ampliamente documentado, (41) se verificó sobre el monte
Rainier, en el estado de Washington, en las cercanías del monte Adams, a
las tres de la tarde del 24 de Junio de 1947. Durante un minuto y
cuarenta y dos segundos, el piloto de un avión comercial especializado
en vuelos de montaña observó lo que parecían discos o platos de dos
tercios del tamaño de un transporte Douglas DC-4, plateado brillante,
desplazándose sin ruido alguno a nueve mil quinientos pies de
profundidad y a una velocidad estimada en las mil seiscientas cincuenta
millas por hora. Eran nueve sombras fantásticas, que parecían querer
afirmar que habíamos comenzado a ser vigilados.
El
nueve de julio del mismo año, David N. Johnson, redactor de aviación
del Statesman Newspaper Inc. y miembro del Escuadrón de Caza 180 de la
Guardia Aérea Nacional de Idaho, observó en las cercanías de Gowen Field
las evoluciones de un aparato similar a los antes descritos, avistados
por Kenneth Arnold.
Doce
días después, el teniente Harold A. Dahal, observó otro platillo sobre
Washington, el cual se sumó a otros cinco que aparecieron detrás de una
densa capa de nubes. Es interesante, apuntar lo que señala el “Libro
azul” -nombre dado al proyecto destinado por la fuerza aérea
estadounidense y la CIA a desenmascarar el enigma de los platillos
volantes-, sobre este suceso:
Los
ovnis se desplazaban lentamente a 600 metros de altura; al principio se
creyó que eran globos, hasta que notaron que uno de los aparatos caía
rápidamente mientras que los cinco restantes giraban a su alrededor. Un
grupo de patrulleros navegaba sobre la bahía de Maury Island en una
lancha del servicio y, temiendo que el OVNI pudiera caer sobre la
embarcación, pusieron rumbo a la playa.
El
jefe de los guardacostas sacó cuatro fotografías de los objetos en
cuestión. De repente, uno de los ovnis se aproximó al que aparentemente
caía y pareció tocarlo. Se oyó un fuerte golpe y del objeto en cuestión
cayeron infinidad de trozos de lo que parecía ser un metal muy liviano,
de color blanco, que cayeron balanceándose como si fueran hojas secas,
repartiéndose entre la playa y la bahía.
Luego
el ovni en cuestión, comenzó a soltar fragmentos de un metal oscuro,
que al parecer se hallaban casi en estado de fusión, pues al tomar
contacto con el agua, hacían elevar nubes de vapor.
Los
testigos corrieron a refugiarse en los acantilados, pero tal precaución
no pudo impedir que el hijo del jefe del grupo resultara herido en un
brazo y que el perro de éste muriera. Cuando los fragmentos de metal
dejaron de caer, los ovnis se alejaron muy velozmente en dirección al
océano Pacífico. Durante algún tiempo no fue posible recoger fragmentos
del extraño metal oscuro, pero tan pronto se enfrió, fueron cargados
muchos pedazos en la lancha.
Al
embarcar, comprobaron que la radio de a bordo no funcionaba. De
inmediato regresaron a su base, donde el niño debió ser hospitalizado.
Hasta
aquí, lo que afirma el “Libro azul”. Sin embargo, la historia continúa:
el teniente Dahl presentó un detallado informe de lo visto a su
superior, el comandante Fred Chrisman y -según consta en los archivos
del Proyecto Signo- Dahl y Chrisman, ofrecieron en venta su historia a
una revista cuyo director pidió a Kenneth Arnold, el piloto que iniciara
la era de los ovnis y que en esos momentos gozaba de gran popularidad,
que en su avión se dirigiera al lugar de los hechos para investigar lo
sucedido.
Arnold
se puso en contacto inmediato con el teniente Frank Brown, del servicio
de inteligencia de la Fuerza Aérea y éste, acompañado del capitán
William Davidson, perteneciente al mismo servicio, visitó a Arnold el 31
de julio, trasladándose luego en un B-29.
El
teniente Brown, que debía regresar rápidamente a Hamilton Field, base
aérea secreta de la Fuerza Aérea norteamericana, partió hacia la misma
junto con el capitán Dawson llevando consigo una caja llena de
fragmentos del extraño metal, pero el B- 29 nunca llegó a destino: se
estrelló, veinte minutos después de iniciado el vuelo; sólo se salvaron
un pasajero y el mecánico del avión, quienes alcanzaron a tirarse en
paracaídas.
Ambos
supervivientes declararon que el accidente se había originado en el
incendio de uno de los motores de babor, el cual provocó la explosión de
la nave en pleno vuelo. “Era algo así como una esfera luminosa, que se
estrelló contra el motor, incendiándolo de inmediato.” Dado que el avión
había sido estrechamente vigilado, mientras se hallaba en tierra, se
descartó la posibilidad de un sabotaje.
El
avión se precipitó a tierra en Kelso, Washington y entre sus restos no
pudo localizarse ni un solo pedazo del misterioso metal que
transportaba.
Los
servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas intentaron silenciar
el caso a toda costa y un oficial visitó a Kenneth Arnold y se hizo
entregar todo el metal que éste poseía. En cuanto a Dahl y Chrisman,
ambos fueron trasladados y desaparecieron de dónde vivían, sin dejar
rastros.
¿Los
seres de las profundidades, decididamente convertidos en custodios de
la raza superficial, se habían valido de sus poderosos rayos magnéticos a
la manera de bolas de fuego, para eliminar todo vestigio que permitiera
conocer cualquier detalle de su tecnología? ¿Es arriesgado afirmarlo?
¿O de acuerdo a lo que hemos visto hasta ahora se impone como una
“alucinante” conclusión lógica?
Echando
un vistazo a lo andado, vemos una raza superior, humana, radicada en el
interior del planeta, que observa cómo el hombre marcha hacia la
destrucción, a favor de la insistencia en armarse atómicamente. Una
destrucción que también puede alcanzar a estos seres de las
profundidades, los que con justa razón, se dirigen a los gobiernos
mundiales solicitando cordura.
Salvo
casos como el de Suecia, el desinterés o la incredulidad, acogen su
advertencia y consecuente ofrecimiento de una nueva energía “limpia” a
partir del magnetismo. Esto los obliga a adoptar medidas drásticas y así
lo hacen saber a los gobernantes de las principales potencias, aunque
sin demasiado éxito. Se inicia entonces una etapa de vigilancia, que
continúa hasta nuestros días, en cuyo transcurso algunas acciones fueron
ocultadas -por su magnitud -a la opinión pública mundial.
Creemos
que es hora de revelarlas. Aunque la única prueba que tenemos es el
rompecabezas de la historia y docenas de sucesos aislados, que
observados con óptica perspicaz, nos revelan secuencias desconocidas
pero verosímiles que obligarán en el futuro cercano a modificar la
historia hasta hoy escrita.
Veamos cuáles son los sucesos capitales de esta hora de la historia de la humanidad.
(34)
La Junta Aeronáutica Civil de los Estados Unidos, elaboró un informe
sobre este caso, el cual puede consultarse en la circular 54-AN/49 de
1958, de la Organización de Aviación Civil Internacional, con sede en
Montreal, Canadá. La investigación figura en la carpeta 1-0093 de la
Junta.
(35)
Obviamos los nombres correspondientes a la amplia bibliografía
histórica consultada, por entender que cualquier tratado sobre la
evolución humana entre 1930 y 1977, responderá a las inquietudes del
lector. No obstante, recomendamos las siguientes obras, que sirvieron de
base a la narración: Historia del mundo contemporáneo (De Hiroshima al
espacio), de L. Doddoli, M. Maradei y M. Vázquez Montalbán (1969);
Historia de las democracias populares, de F. Fetjo, Barcelona (1968);
Historia de los hechos económicos contemporáneos, de M. Niveau,
Barcelona (1968) e Historia de las Relaciones Internacionales, de P.
Renouvin (tomo II), Madrid (19M).
(36)
El particularismo Informe Brodie, es manejado actualmente por algunas
sociedades herméticas estadounidenses, de la cual forman parte
profesores universitarios, gobernantes e investigadores particulares de
la “nueva fenomenología”. El citado informe llegó a mis manos como
gentileza del profesor W.H.E; afincado en Filadelfia, gracias a la
mediación de un cronista argentino radicado en aquella ciudad.
(37) La traducción del informe Brodie, fue volcada al castellano respetando la intención de la grafía original.
(38) Licencia del traductor para definir lo que interpretaba como un cúmulo de investigaciones a cielo abierto.
(39) Agregamos aquí la colaboración de la Sociedad Escipión con sede en Texas.
(40) Publicado también en el Kiwanis Magazin (1949) de Estados Unidos.
(41)
Existe una amplísima bibliografía referente a los platillos volantes,
su historia y evolución. Hemos optado por prescindir de su mención, en
la certeza de que los interesados en este tema encontrarán de mucha
mayor utilidad una “bibliografía seleccionada”, que ofrecemos a partir
de la página 167.
Extracto del libro: “0tras Civilizaciones nos Dominan” - Editorial Ramos Americana – 1977 - Por Ángel Polo.
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